Los costos del aislamiento

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La columna de Horacio Lachman

La crisis económica plantea nuevos y gigantescos desafíos políticos. El proyecto de formalizar un acuerdo de La Libertad Avanza con los halcones del PRO -surgido del rechazo parlamentario a la ley ómnibus- pasó en poco tiempo a ser muy poco viable. Todos los gobernadores que son de Juntos para el Cambio están enfrentados con los libertarios porque no apoyan un ajuste sin límites. Los artífices de un posible diálogo entre las partes guardan hoy absoluto silencio frente a un conflicto que parece exceder lo manejable.

Economía

¿Porque ésta columna económica se mete en el terreno político? Porque se alzan múltiples voces que nos dicen que todo pasa porque desde el Poder Ejecutivo no saben negociar y son inexpertos o torpes. Y no consideran el hecho de que lo que está profundizando día a día la crisis más que la forma de gobernar, es la naturaleza del programa económico libertario.

Es muy difícil aplicar un shock como política de ajuste en un país con la mitad de la población en la pobreza. Pero sobre todo es socialmente explosivo forzar la dolarización en una economía con tan pocos dólares. Plantea un esfuerzo sobrehumano para alcanzar una meta no compartida por una mayoría. El PRO, que aportó mucho para definir el balotaje, tenía muy en claro el rechazo al abandono de la moneda nacional.

Ya desde múltiples sectores de opinión se advierte que la estrategia del Poder Ejecutivo apunta a dolarizar, pasando por encima de todas las prioridades sociales, cuyo abandono es considerado un mero costo colateral. Sostener el déficit 0 usando la motosierra sin piedad, para que la licuadora pueda hacer su trabajo de desmonetizar la economía, no despierta entusiasmo en una mayoría.

El presidente dijo claramente que no iba a negociar un cogobierno. Pero eso vale entonces para las dos partes. La dolarización y todo el sacrificio que impone llegar a ella no parecen lograr la adhesión de una mayoría.

Estado

El objetivo para el presidente anarcocapitalista no es implementar las políticas adecuadas, sino crear las condiciones para que no se aplique ninguna política. Dejar solo al mercado para que resuelva sin interferencia del Estado Nacional no tiene nada que ver con el éxito de las verdaderas grandes potencias que emergieron en el siglo XIX, como Estados Unidos, Alemania y Japón. En ese entonces, la Argentina se limitaba a generar grandes riquezas, pero colocándose del lado de los perdedores en la división internacional del trabajo. Fue un subdesarrollo exitoso por muchos años, pero no dejo de ser un subdesarrollo.

Desde ya, no es tampoco el modelo que explica el éxito económico de Israel -junto con el de la potencia norteamericana, muy admirados por los libertarios-, pero donde el papel del Estado nunca fue resignado en lo más mínimo.

Si bien los libertarios coinciden con los principales conservadores del mundo en muchos temas -así lo confirmo la reciente Conferencia Política de Acción Conservadora donde Javier Milei se abrazó con Donald Trump-, no lo hacen en lo económico, por lo menos en Estados Unidos. Los conservadores de Trump son proteccionistas, fiscalmente expansivos y nacionalistas. Los une a los conservadores el rechazo a las políticas ambientales y de género, la promoción de la mano dura o el libre acceso a las armas, condenar al aborto y la mala relación con los sindicatos. Pero las soluciones económicas que se proponen son muy diferentes.

Crisis

En síntesis, es necesario tener conciencia de que es el costo inusitado del programa económico en marcha -que tanto le preocupa al FMI- lo que explica la crisis política. No a la inversa.

 

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