En la era de la medicina de alta tecnología, en la cual los diagnósticos se construyen a partir de imágenes sofisticadas, biomarcadores y algoritmos de decisión clínica, algo esencial se está perdiendo en la relación médico-paciente: el acto de tocar. El examen físico, ese ritual antiguo que alguna vez fue el pilar del arte médico, parece hoy relegado al ser reemplazado por pantallas y dispositivos. Pero ¿podemos prescindir de él sin consecuencias?
El médico y bioeticista argentino Francisco “Paco” Maglio lo advirtió con lucidez: el ser humano padece una profunda “hambre de piel”, una necesidad antropológica de contacto físico que trasciende lo biológico y se inscribe en la dimensión simbólica del cuidado.
Tocar a un paciente no es sólo explorar órganos o detectar signos. Es decirle sin palabras: “Estoy presente”, “me importás”, “vamos a transitar esto juntos”.
En su editorial Touch–the first language (Tocar, el primer lenguaje), Richard Horton, editor de The Lancet, relata con desconcierto cómo, en múltiples consultas médicas recientes como paciente, no hubo un sólo gesto de examen físico. Ni toma del pulso, ni auscultación, ni siquiera contacto visual. Nada. Médicos excelentes desde lo técnico, pero emocionalmente ausentes. Una medicina eficaz en el diagnóstico, pero profundamente desprovista de humanidad. Una atención en la que el paciente no sólo no es tocado, sino que muchas veces ni siquiera es mirado. En lugar de un vínculo, lo que predomina es la distancia; en lugar del encuentro, la fragmentación.
Dimensiones, riesgo y humanidad
Sin embargo, el contacto físico tiene múltiples dimensiones. Su valor no se limita a lo clínico –aunque también permite detectar signos, matizar síntomas, orientar el diagnóstico–. Tiene un valor emocional, relacional, casi espiritual. Es un acto de presencia, un lenguaje silencioso que dice: “Estoy con vos”.
El tacto es un puente entre dos seres humanos en situación de vulnerabilidad: uno que necesita ayuda y otro que se la ofrece. Es la forma más primitiva y, al mismo tiempo, más sofisticada de construir confianza. Reduce la ansiedad, transmite empatía, comunica interés genuino y permite sellar una alianza terapéutica que no nace de la eficiencia, sino de la conexión humana. Como bien dice Horton: “El tacto construye confianza, consuelo y una forma de comunión”.
Desde el punto de vista del diagnóstico, el abandono del examen físico es un riesgo. En la práctica cotidiana, su omisión contribuyó a errores clínicos graves: diagnósticos tardíos, omisión de signos reveladores, confusión de síndromes. Los estudios internacionales lo confirman: los errores diagnósticos son una de las principales causas de daño a los pacientes y una fuente frecuente de demandas por mala praxis. Un examen físico atento, respetuoso y sistemático no garantiza la certeza diagnóstica, pero disminuye el margen de error y aumenta la calidad de la evaluación clínica.
Más allá de su eficacia técnica, el examen físico es –o debería seguir siendo– un rito de humanidad. Un momento en el que el médico detiene el tiempo y se dedica por completo al cuerpo y a la historia de otro ser humano. Un espacio en el que se reconoce la dignidad del paciente y, al mismo tiempo, el sentido profundo del rol del médico. Porque no se trata sólo de curar o aliviar. Se trata también de acompañar con el cuerpo, de hacer del cuidado algo tangible, cercano, real.
Volver a tocar
Revalorizar el examen físico no implica despreciar la tecnología. Implica, más bien, integrarla sin renunciar a lo humano. Volver a tocar es recuperar el arte clínico. Es reconocer que la escucha y el contacto son insumos terapéuticos tanto como los fármacos y las imágenes. Porque, incluso en la era de la inteligencia artificial, no hay algoritmo que supla una mano cálida sobre un hombro tembloroso. Volver a tocar es, en última instancia, volver a cuidar con todo lo que somos: ciencia, sí, pero también presencia, sensibilidad y compasión.
Columna publicada en la revista Todo Riesgo y escrita por Fabián Vítolo, director de Relaciones Institucionales y Servicios Médicos de Noble Seguros. Su e-mail es fabian.vitolo@nobleseguros.com.
Seguinos en las redes:
Facebook: https://bit.ly/TodoRiesgoFacebook
Instagram: https://bit.ly/3OOsqMo
LinkedIn: https://bit.ly/TodoRiesgoLinkedIn
X: https://bit.ly/TodoRiesgoTwitter
YouTube: https://bit.ly/TodoRiesgoYouTube








