Sobre las herencias económicas

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A fines de 2015, el gobierno de Cristina Fernandez deja al país transitando un camino de cornisa. Mauricio Macri volcó y nos llevó a terapia intensiva, con peligro de muerte.

Cuando comienza a circular un documento donde desde el gobierno se procura dar una visión positiva sobre el programa aplicado y se afirma que ya están dadas las condiciones para empezar a crecer, es importante hacer un balance adecuado y analizar la herencia recibida en 2015 y en 2019.

Desde ya que no debe aplicarse el modelo que llevó al país a la cornisa, pero mucho menos el modelo que lo llevo a volcar. Los números son elocuentes, aunque sería largo analizarlos en profundidad. Sin embargo, es posible poner en la balanza algunas cosas obvias.

En cuanto al manejo de las finanzas públicas, no cabe duda que no hay peor desempeño que llevar a un país a que se le corte el crédito internacional y el local, amén de insuficiente, requiera pagar tasas exuberantes de interés que destruyen la actividad económica interna.

En cuanto al manejo del sector externo, no puede haber nada peor que provocar reiteradas crisis cambiarias con peligro evidente de cesación de pagos, que obligan a una restructuración de toda la deuda pública. Incluso hoy la mayoría de las opiniones se inclina por considerar que la reprogramación de la deuda exigirá una fuerte quita para arribar a buen puerto.

En cuanto a los cimientos para crecer en el futuro, es obvio que ningún país que los está consolidando acude al auxilio del FMI y este le otorga el mayor crédito de su historia intentando en vano sacar al país de la quiebra. El adelantamiento de las remesas -que iban a hacerse a lo largo de cuatro años y se concentraron prácticamente en año y medio- y la creciente flexibilidad en el uso de las divisas que se dio al gobierno para llegar a las elecciones resultó finalmente insuficiente. Incluso la remesa comprometida por el organismo internacional que correspondía hacer a mediados de septiembre fue interrumpida. Era obvio ya el fracaso del plan que incluso dio lugar al severo cuestionamiento al Fondo en todo el mundo.

Es increíble que se pretenda interpretar que el actual derrumbe económico está asociado al resultado de las PASO y no a las políticas aplicadas. Los mercados internacionales le cortaron el crédito al país mucho antes de las PASO y desde entonces nunca se lo devolvieron. El FMI en todas sus cartas de intención dejó en claro la baja sustentabilidad de la deuda contraída por el país en 2016 y 2017. Por otra parte, contrariando todas las promesas de que después de las elecciones terminaba el ajuste, el programa del FMI incluía que el ajuste debía proseguir. La situación fiscal estaba muy lejos de ser saneada con aproximarse al equilibrio primerio del sector público que, de todas formas, no se alcanzó. El programa acordado con el país planteaba la necesidad de llegar a un superávit primario de 1% del PBI en 2020 y continuar ajustando el déficit financiero en 2021. O sea, la afirmación de que el año próximo comenzaba la bonanza era un reiteración de expresiones como “lo peor ya pasó”, “ya se ven los primeros brotes verdes” o el “segundo semestre” que nunca fueron reales.

Entonces es muy importante tener en cuenta que hay que cambiar decididamente el rumbo del barco, buscando la alternativa de recuperar los equilibrios macroeconómicos en un proceso de crecimiento y no de ajuste perpetuo. Ello debe ser tan claro como que no deben reiterarse los errores de la gestión anterior, que subestimaron los peligros del déficit fiscal y del sector externo, alimentando fuertes presiones inflacionarias y obligando a la aplicación de restricciones que inhiben el crecimiento económico.