Gaslighting médico: cuando se minimiza lo que dice el paciente

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Fabián Vítolo, director de Relaciones Institucionales y Servicios Médicos de Noble Seguros.

Hay personas que tardan años en recibir un diagnóstico correcto. Consultan una y otra vez durante ese tiempo, pero se encuentran con respuestas como: “es estrés”, “estás somatizando” o “los estudios te dieron bien, no hay nada”. Sin embargo, el dolor o los síntomas siguen ahí. En lugar de encontrar alivio, estas personas empiezan a dudar de sí mismas. ¿Estaré exagerando? ¿Será todo psicológico? ¿Estoy perdiendo la cabeza?

Gaslighting médico

A este fenómeno se lo conoce como gaslighting médico. El término proviene del cine: en la película Gaslight (1944), un hombre manipula a su esposa para que crea que está loca con el fin de ocultar sus delitos. En medicina se usa para describir lo que ocurre cuando un profesional de la salud desestima los síntomas de un paciente sin una evaluación adecuada, minimiza su sufrimiento o lo atribuye automáticamente a causas psicológicas sin fundamento. No siempre hay mala intención. Muchas veces, este trato nace del apuro, el cansancio, los prejuicios o el exceso de confianza profesional.

El problema es que deja marcas. El paciente comienza a sentirse invisible, frustrado, solo. Pierde la confianza en el sistema. Algunos abandonan los tratamientos y otros desarrollan ansiedad, depresión o directamente dejan de consultar, aun cuando su salud empeora.

Este tipo de situaciones ocurre con mayor frecuencia en ciertos grupos: mujeres, personas mayores, pacientes con enfermedades difíciles de diagnosticar (como fibromialgia, síndrome de fatiga crónica o COVID persistente), personas no binarias o miembros de minorías étnicas. En todos estos casos, los sesgos –a veces inconscientes– del profesional pueden llevar a desestimar lo que el paciente siente o dice.

Un par de ejemplos

Clara, una joven con dolores crónicos, visitó a varios especialistas. Ninguno encontró “nada preocupante”. Le dijeron que era ansiedad o parte de su ciclo menstrual. Nadie le ofreció nuevos estudios ni una segunda opinión. Ella terminó creyendo que estaba exagerando. Años después, su cuadro se agravó y también su miedo a regresar al médico.

Otro caso: Alex, una persona no binaria con diagnóstico previo de una enfermedad poco común, sufrió una parálisis muscular durante una internación. El equipo médico pensó que estaba fingiendo. Lo trataron con desconfianza e ironía y no tomaron medidas apropiadas. La institución, al recibir su reclamo, le creyó sólo al médico. El resultado: un daño emocional profundo y una pérdida total de confianza en el sistema.

Este tipo de experiencias tiene nombre y apellido. No son anécdotas aisladas. Se repiten con frecuencia y dejan secuelas. El gaslighting médico puede no ser una agresión visible. Pero desarma la confianza, esa base indispensable de toda relación terapéutica. El paciente ya no siente que es escuchado. Se convierte en alguien cuya palabra no vale.

Desde lo legal, estas situaciones pueden derivar en juicios por mala praxis, especialmente si esa desestimación de síntomas retrasa un diagnóstico o impide un tratamiento adecuado. Pero más allá del plano judicial, lo importante es entender que este fenómeno refleja una falla del sistema de salud en su conjunto.

¿Qué podemos hacer?

Primero, reconocer el problema. Visibilizarlo. Hablar de esto. Después hay que transformar prácticas. Escuchar activamente, registrar con cuidado lo que el paciente dice, abrir la puerta a segundas opiniones y validar el sufrimiento, aunque no entendamos todavía su causa. No se trata de medicalizar todo. Se trata de no descartar algo sin una evaluación seria.

También hay que revisar cómo formamos a nuestros médicos. Si durante la residencia se naturaliza ignorar a pacientes “difíciles” o se castiga al que duda o hace preguntas, estamos sembrando el terreno para más gaslighting.

Por último, es necesario cuidar a quienes cuidan. Un profesional agotado, desbordado o sin tiempo para escuchar es terreno fértil para estos errores relacionales. No porque sea malintencionado, sino porque no da abasto. Escuchar, validar y acompañar no son gestos menores. Son actos clínicos y también son actos de justicia. En salud cuidar empieza por creerle al que sufre.

Columna publicada en la revista Todo Riesgo y escrita por Fabián Vítolo, director de Relaciones Institucionales y Servicios Médicos de Noble Seguros. Su e-mail es fabian.vitolo@nobleseguros.com.

 

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