Campaña de educación vial de La Perseverancia Seguros

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José García, miembro de la Alta Gerencia de La Perseverancia Seguros.

Este año, La Perseverancia Seguros cumple 120 años. En el marco de este aniversario, está llevando adelante “Tu vida, tu volante”, una campaña de educación vial que busca despertar conciencia de prevención en la sociedad.

Educación vial

El primero de los encuentros que se realizó fue una capacitación exclusiva sobre la temática para productores asesores. Luego, el lunes 11 de agosto en el Polideportivo Municipal de Tres Arroyos, la compañía, junto a la municipalidad de dicha ciudad, llevó a cabo una jornada educativa y lúdica llamada Olimpíadas de Seguridad Vial. La jornada reunió a más de 60 estudiantes provenientes de 16 escuelas del distrito con el objetivo de promover una cultura vial consciente desde la infancia. Los jóvenes participaron en diversas pruebas y dinámicas diseñadas para aprender de una manera lúdica sobre normas de tránsito.

Además, el 14 y el 15 de octubre estaremos realizando unas jornadas de capacitación especial con alumnos que están cursando el último año del secundario en el mencionado distrito.

Estas actividades buscan no sólo evaluar sus conocimientos, sino también generar un compromiso con el cuidado propio y ajeno en la vía pública. Desde el municipio destacaron que “concientizar es educar y educar es salvar vidas”, lo que refleja la visión de que la prevención vial debe convertirse en un valor cultural sostenido.

En la agenda pública, los siniestros viales suelen ocupar titulares sólo cuando la tragedia es especialmente llamativa. Sin embargo, en las calles y rutas de nuestro país, la pérdida de vidas humanas es un goteo constante y silencioso. Lo que muchas veces se llama “accidente” es, en realidad, el resultado de decisiones y conductas que pudieron prevenirse. El doctor Guillermo Paccharoni, presidente de la Fundación Visión Cero y referente en materia de seguridad vial que participa en esta iniciativa de La Perseverancia Seguros, hizo un planteo sin rodeos: “No hay muerte en el tránsito que podamos aceptar como inevitable”. Esta premisa no es sólo una consigna, sino un marco de acción que exige rediseñar cómo entendemos y gestionamos la movilidad. Las leyes y sanciones son necesarias, pero no suficientes.

Cambio cultural

El verdadero cambio es cultural: comprender que el espacio público es un territorio compartido y que la velocidad, el consumo de alcohol o las distracciones al volante no son “errores”, sino actos con consecuencias potencialmente letales. Las causas son conocidas: exceso de velocidad, uso del teléfono celular, consumo de alcohol o drogas, incumplimiento de señales. Todas, sin excepción, responden a decisiones humanas. Si el error es inevitable, el sistema, desde la infraestructura vial hasta las políticas públicas, debe estar diseñado para que ese error no termine en tragedia.

El modelo propone calles y rutas que “perdonen” equivocaciones: rotondas que reduzcan la velocidad sin necesidad de semáforos, cruces peatonales elevados y separadores físicos que eviten choques frontales. Pero la ingeniería por sí sola no basta. Se necesita control efectivo, respuesta médica rápida y, sobre todo, educación vial desde la infancia. Se trata de un círculo virtuoso: cuando la sociedad entiende que su comportamiento salva vidas, el respeto a las normas deja de ser una imposición y se convierte en un hábito.

El desafío es romper la inercia cultural que normaliza la imprudencia. El Estado tiene la obligación de garantizar infraestructura segura y controles eficientes. La sociedad civil, por su parte, puede reclamar mejores condiciones y participar activamente en la construcción de una cultura vial. La presión ciudadana es clave para que la seguridad vial no se diluya entre otras urgencias.

Compromiso ético

Detrás de cada estadística hay una familia rota. Por eso, la prevención no es sólo un objetivo técnico: es un compromiso ético. Del mismo modo que hoy nos resulta natural usar cinturón de seguridad o rechazar el cigarrillo en espacios cerrados, la conducción segura debe instalarse como un valor social innegociable. La meta de cero muertes no es utópica. Es un horizonte que exige voluntad política, colaboración entre sectores y, sobre todo, un cambio de mentalidad en cada persona que comparte la vía pública.

En última instancia, debemos afirmar nuestra decisión de no resignarnos a que la muerte en el tránsito sea una parte inevitable de la vida moderna. Y, como todo cambio profundo, empieza con la convicción de que cada uno de nosotros tiene un papel que cumplir.

Columna escrita por José García, miembro de la Alta Gerencia de La Perseverancia Seguros, y publicada en la revista Todo Riesgo.

 

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