La columna de Horacio Lachman
La subsistencia de fuertes presiones inflacionarias (con agosto serán cuatro meses de aumento de la inflación) y de claras tendencias recesivas -nadie duda que, a fin de año, la actividad será inferior a la de comienzos- no son producto de hechos externos a la política económica.
Problemas
Todo lo contrario. No es la incertidumbre electoral lo que pone presión a los mercados: es la suba del dólar lo que genera incertidumbre electoral porque la marcha de la economía empeora. Hace pocos meses atrás, el Gobierno y casi todas las encuestas anticipaban un triunfo del oficialismo en las próximas elecciones. Fue la escapada del dólar y las tasas lo que va cambiando muchos pronósticos y aumenta las dudas sobre si el ajuste podrá sostenerse.
Tampoco puede considerarse que el desorden monetario y cambiario es producto -como dicen muchos- del error técnico del Ministerio de Economía de querer cambiar los títulos públicos con que se absorben los excedentes de los bancos. Es cierto que, como se habla en la City, el desarme de las LEFI y la decisión de que los bancos salgan de un título tan conveniente para las entidades financieras crearon problemas. Pero el modelo actual viene generando graves desequilibrios a poco de haber comenzado. Esos problemas fueron tapados por distintos mecanismos no repetibles, como el blanqueo que aportó miles de millones de dólares. Y no puede hacerse un blanqueo todos los años porque se derrumbaría la recaudación. Otro salvataje, que llegó a finales de marzo pasado, fue un nuevo y excepcional préstamo de 20 mil millones de dólares del FMI.
Por otra parte, se sabe que en la administración Trump ya hay cansancio con la Argentina y que el presidente norteamericano no está recibiendo al argentino. Comienzan a existir en la región más gobiernos afines a su estrategia. A Paraguay, Ecuador y Panamá se sumó Bolivia y todo indicaría que se sumaría pronto Chile y Colombia. No hay razón para que se le toleren a la Argentina tantos errores.
Presión cambiaria
Se advierte entonces que las crisis cambiarías y las tendencias recesivas son endógenas al modelo.
Hace más de un año que desde el Gobierno se afirmaba que no podía haber problemas con el dólar porque faltaban pesos. Ahora, frente a la nueva crisis se termina apelando a inmovilizar brutalmente la actividad de los bancos porque los pesos sobran. Se ignora que, aún sin emitir, en la Argentina se puede generar inflación por cambios en las expectativas y, sobre todo, porque se ignoraba la importancia que tiene en el país la relación entre la oferta y la demanda de dólares. Con reservas netas negativas y déficit en las cuentas externas, la presión cambiaría puede estallar aunque no haya emisión.
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