Llegó la hora de las grandes empresas

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Reiterar una y otra vez que “lo peor ya pasó”, que se vislumbran “brotes verdes”, que el leve crecimiento observado durante 2017 era un crecimiento sólido llamado a sostenerse en el tiempo, es mucho más grave que un error de diagnóstico.

Pese a que la mayoría de los economistas nunca creyeron en esas expresiones, muchos empresarios se ilusionaron con esas fantasías, a pesar de las múltiples advertencias de que se trataba de un crecimiento sin sustentación porque el país acumulaba desequilibrios llamados a generar una crisis profunda. En consecuencia, muchos empresarios tomaron decisiones basados en diagnósticos optimistas.

Eso llevó a muchas empresas de gran magnitud a emitir obligaciones negociables o directamente a tomar créditos bancarios en dólares. Otras tuvieron la prudencia de no hacerlo, pero se ven hoy golpeadas por el derrumbe del mercado interno que no les permite sustentar los costos de producción.

Los graves problemas de Arcor, junto con otras importantes alimenticias, son un ejemplo evidente. Como también se sabe cada vez más, grandes empresas del sector lácteo enfrentan la necesidad de redimensionarse y vender parte de sus activos y aun así tienen un porvenir incierto. Si bien tienen la posibilidad de adecuar su personal al nivel de actividad, empresas de la construcción enfrentan problemas similares y también se sabe de las grandes pérdidas de supermercados que está provocando cierres de sucursales y quebrantos. En comunicación y periodismo están a la orden del día despidos y reestructuraciones de empresas que pueden agravarse, teniendo en cuenta que grandes grupos del sector tienen un elevado endeudamiento en dólares. Ni hablar de la industria automotriz y la red de concesionarios, afectados por una dramática caída de ventas y acumulación de stocks.

Los problemas de las pequeñas y medianas empresas -que las lleva al cierre, los cortes de la cadena de pagos y niveles récord de cheque rechazados, concursos y quiebras- constituyen desde ya una grave dificultad que afecta el empleo. Pero este “ajuste” se produce por goteo y no trasciende de la misma forma que cuando cierra una gran empresa, que a veces tiene un fuerte impacto en toda una localidad. Además, los problemas de las grandes empresas trascienden las fronteras. Sumado a que hoy la capacidad ociosa de la industria supera el 40%, ello lleva a que se paralicen las tan necesarias inversiones extranjeras .Se hace más apetecible invertir en países vecinos o radicarse simplemente comprando a precio de liquidación los activos de las empresas nacionales, de forma que no hay crecimiento económico y del empleo. Estos peligros salen a la luz claramente en la violenta disminución de las cotizaciones bursátil medidas en dólares. Como ejemplo emblemático de desnacionalización de empresas cabe recordar lo ocurrido con Loma Negra, una empresa líder nacional y cuyos orígenes se remontan al siglo XIX, que en 2005 pasó a ser controlada por el grupo brasileño Camargo Correa. Hoy se espera una avalancha de compras de firmas nacionales por capitales brasileños.