El desastre macroeconómico

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Cada vez que se enfrenta un problema importante, el gobierno apela a medidas absolutamente cuestionadas en el marco de su propia propuesta de política económica.

Cuando necesitaba levantar un poco la economía para llegar en pie a las elecciones de 2017, apeló a un fuerte impulso del gasto público en obras que luego el FMI le restringió. Frente a las exigencias fiscales no aplicó su propia reforma impositiva e incluso restableció las retenciones. Ahora, frente a la crisis externa inmanejable que provocó con su gigantesco endeudamiento, debe apelar a la reprogramación de la deuda y al control de cambios. En general pide disculpas por avanzar por esos caminos y asegura que será por muy poco tiempo. Pero la mayor parte de los economistas estima que estas políticas están llamadas a quedarse porque los problemas continúan.

Estas medidas generalmente se aplicaron a destiempo y no estuvieron bien diseñadas, pero permitieron aliviar la coyuntura. Quizás habría que decir que “se debe seguir en la misma dirección pero más rápido”. Pero no precisamente en la dirección con que la que el presidente estaba tratando de agradar a Vargas Llosa.

Un alto funcionario de la Jefatura de Gabinete, de profesión filósofo, sostuvo recientemente que el nuevo gobierno “recibirá como herencia la mejor situación macroeconómica que se dio en la democracia”. Es sabido que ni la Jefatura de Gabinete ni los filósofos entienden mucho de economía, pero es una expresión de analfabetismo increíble en un profesional.

¿Cómo puede decirse eso cuando se deja un país al borde del default e incluso con riesgo de hiperinflación?

Señaló como ejemplo el “equilibrio fiscal”. Desde ya que hablaría sólo del déficit fiscal primario, aunque de todas formas no se alcanzaría esa meta. Pero si se incluyen como corresponde los servicios de la deuda pública del Tesoro y se le suman los servicios de la deuda del Banco Central de la República Argentina (déficit cuasifiscal), se llega a una cifra superior a la heredada. Para colmo, es una deuda impagable en los plazos en que se comprometió, lo que implica una pésima administración fiscal. Por otra parte, es una deuda financiada a gigantescas tasas de interés, tanto en pesos como en dólares, lo que compromete el futuro mucho más que la deuda heredada.

Habló también de que se alcanzó superávit comercial. Desde ya que se logró básicamente por el derrumbe de importaciones generado por la recesión y que se revertiría, por ende, automáticamente con una recuperación. Pero las exportaciones no aumentaron y además el producido en divisas no ingresó al país. El verdadero equilibrio que hay que buscar es el de la cuenta corriente del balance de pagos. Por la carga de intereses que debe pagar el país, ese balance es claramente deficitario. Ello unido a la falta de liquidación de divisas de los exportadores se refleja en un “balance cambiario del Banco Central” donde ingresan masivos créditos del FMI, pero se pierden diariamente reservas.

Además, el funcionario afirmó haber suprimido el atraso tarifario. Argentina era un país con muy altos impuestos que se destinaban en gran medida a subsidiar tarifas excesivamente bajas. El gobierno puso tarifas altas sin bajar los impuestos (ni mejorar la situación fiscal) de forma que el sector productivo perdió competitividad, lo que explica la falta de crecimiento de las exportaciones, pese a las devaluaciones y en gran medida el cierre de empresas y desempleo. Así que también en este frente la situación macro es pésima.

Con el actual nivel de salarios (que las empresas no están en condiciones de modificar significativamente), el mercado interno está condenado a achicarse, lo que lleva a la quiebra al aparato productivo argentino (volcado en su mayor proporción al consumo). Ello explica también la profunda recesión con una caída del 6% por lo menos del PBI durante estos cuatro años de gestión, que alcanza al 10% si se considera el PBI per cápita. Como a ello se suma una distribución regresiva del ingreso, los índices de pobreza subieron sustancialmente.

Por último, para completar el análisis de la macroeconomía, Argentina llega al término de este mandato con un aumento del 150% en los niveles de inflación vigentes en 2015 y con tasas de interés insostenibles, cuya aplicación se preveía por un corto plazo, pero se hicieron crónicas.

Analizando las variables macroeconómicas, se advierte que la Argentina llega en condiciones posiblemente peores a las de Isabel Martinez, Alfonsín y De la Rúa.